Esta carta es un monumento a la ignorancia y a la soberbia.
El autor da un análisis pseudo-lingüístico de una toponimia sin siquiera saber una gota de Mapudungun, y mucho menos de lingüística. Además, comete el error que cometen el 90% de las personas que tratan de hacer un (aventurado) análisis de este tipo: trató de interpretar una toponimia de hace más de 500 años a partir del Mapudungun actual. Fuera de eso, confundió (¿a propósito?) conceptos para justificar (ignoramentemente) ideas que no tienen ni pies ni cabeza.
Fundación de Santiago de Pedro Lira
Vamos por partes:
1) De partida, el Mapudungun que se hablaba en Santiago hace 500 años era suficientemente distinto al Mapudungun que se hablaba más al sur. Hace 500 años ya presentaba numerosas diferencias de vocabulario: hoy, aparte de esas diferencias, hay que agregarle que el Mapudungun de Santiago se extinguió hace mucho tiempo, siendo reemplazado por variantes de otras regiones más sureñas que también han evolucionado independientemente por su lado. Los ejemplos son numerosos. En el Mapudungun extinto de Santiago, "hermana" era "llame", hoy es "lamngen"; "bueno" era "kotrü", hoy es "küme"; "ganar" era "non", hoy es "wewün", "vestido" era "küdu", hoy es "takun"; "él" era "teye", hoy es "fey"; "ir" era "kun", hoy es "amun", y podría seguir con una larga lista. Entonces, nada ni nadie nos asegura que la palabra "Welen" del Mapudungun antiguo sea la misma o signifique lo mismo que la palabra del Mapudungun actual. Puede que haya sido una palabra específica de la variante santiagueña, cuyo significado ya se perdió y no podemos conocer.
2) Aún si pudieramos interpretar la palabra Welen desde el Mapudungun actual, entonces la palabra llevaría uno de los significados, pero no los dos. Podríamos interpretar la palabra tal vez como una verbalización de "wele" (izquierda), ya que el Mapudungun tiene la capacidad de verbalizar practicamente cualquier palabra agregando una -n final, dando Welen. Esto no es raro, ejemplos son numerosísimos, como por ejemplo "kofke" (pan) y "kofken" (hacer pan), "küme" (bueno) y "kümen" (ser bueno), "tripantu" (año) y "tripantun" (pasar años), y así sucesivamente. Otra posibilidad es que venga de la raíz "we" (nuevo) con el sufijo "-len", que indica un estado, algo así como "estar nuevo". Entonces puede ser una interpretación o la otra, pero no las dos.
3) Como la mayoría de las personas que tratan de hacer análisis lingüísticos sin saber de lingüística, cae en el error de confundir lo que es la lengua escrita con lo que es la lengua hablada. Así lo delata su frase cuando dice que el cerro "no se llamaba Guelen – ni mucho menos Welen", que es, lea bien: exactamente lo mismo. "Guelen" era la forma escrita en la ortografía del castellano antiguo, "Welen" es la forma que se escribe para representar su pronunciación más aproximada, pues los lingüistas saben que en esa escritura la grafía <gue> representa a la secuencia /we/. Guelen, Huelen, Welen, son tres formas de escribir exactamente lo mismo.
4) Por la misma confusión, el autor trata de inventar unas historias enredadas con la "mano izquierda" que era "wele cuu", enredándose con la "W anglosajona", y arma un lío que no se entiende ni él mismo. Pongámoslo simple: los primeros españoles que trataron de escribir el Mapudungun, trataban de hacerlo con la ortografía del castellano de la época. No sabían representar la letra "ü", bastante seguido la confundían con "u", con "i" o con "e", o simplemente la omitían (así lo dicen los textos antiguos y los apellidos mapuches que han sido escritos con las normas castellanas). "Mano" en Mapudungun tiene dos pronunciaciones posibles, según la zona: "kuwü", o "kug" (con una "g" que suena casi imperceptible, igual que una "ü" mapuche). De ahí que los españoles hayan escrito "wele kug" como "huele cuu". Simplemente porque tenían que lidiar con una lengua desconocida, cuya pronunciación no manejaban y en una ortografía que no se adaptaba.
5) En el valle del Mapocho confluían distintas culturas, por ser los Picunches hablantes de Mapudungun bajo el sistema social Inca, que tenían como lingua franca el Quechua, pero que además hablaban el Aymara y el Puquina. Y contemos con la posible presencia de hablantes de otras lenguas como el Cacán (lengua de los Diaguitas) y quizás otras que se extinguieron temprano, pasando desapercibidas. Por ejemplo, "red" significa algo en castellano, pero en inglés significa "rojo". Entonces, nada ni nadie nos asegura que Welen sea una palabra mapuche, aunque suene como una. Pudo haber sido una toponimia más antigua, de una lengua que se habló con anterioridad, o de otra lengua contemporanea pero que no dejó rastros escritos. De hecho, en una comunicación personal, la lingüista mapuche
Elisa Loncon me expresó la posibilidad de que incluso Mapuchu (verdadero nombre del valle del Mapocho) ni siquiera fuera una palabra mapuche. Este comunicado vendría del lingüista
Willem Adelaar, el más connotado lingüista especializado en lenguas andinas.
6) El autor se enreda entero dando posibles interpretaciones al cacique Guelen Guala (Welen Wala), haciendo una parodia entre el "pato izquierdoso" y cuanta tontera se le ocurre. Si el autor supiera un mínimo de lingüística andina, sabría que tanto en las lenguas Puquina y Aymara (lenguas habladas por los Incas), como en la lengua Quechua en su variedad costeña (la variedad utilizada por los Incas como lingua franca) se solían confundir las letras L con R. Ejemplos claros son los cognados Rurana (quechua) con Luraña (aymara), Wiraqucha (quechua) con Wilaquta (aymara), Rimaq (quechua cuzqueño) con Limaq (quechua costeño). Wala se refiere a Wara, palabra aymara para "estrella". El nombre Wara sí está registrado para personajes de origen andino. La presencia de andinos en el valle del Mapocho está archi demostrada no sólo por la historia y la arqueología, sino también por la toponimia y la antroponimia. El culto a los Apos (del quechua Apu), nombres de lugares con toponimia mixta, como Apoquindo (del quechua Apu Kintu), el cacique Michima Longko (del quechua Mitmaq, "migrante"), y hasta el sistema numeral Mapuche, que tomó los números 100 (pataka) y 1000 (warangka) del aymara "pataka" y "waranqa", respectivamente.
7) Hablando de alternaciones fonéticas, éstas existen también en las lenguas andinas. Para dar un ejemplo simple en otro idioma: yo puedo decir que un Japonés que aprende castellano puede pronunciar "pala" en vez de "para", porque en el Japonés alternan L con R, pero jamás pronunciará "pata" o "rara". Las mismas reglas se conocen muy bien para las lenguas andinas y para el Mapudungun. Se sabe muy bien que en las lenguas andinas Quechua, Aymara y Puquina alternaban L con R, T con Ch, Tr con T, I con E, U con O, Q con Ø, Q con K, S con H o con Sh, y muchas otras. En el mapudungun existen alternancias de J con K, Tr con Ch, F con V, D con Z, entre otras, pero no alternan en ningún caso L con T, ni mucho menos con NT. Por lo tanto decir que era "Weten" o "Wenten" es absolutamente antojadizo y no obedece a ningún criterio lingüístico. Y ni siquiera pensar en "Wangülen".
8) Y, para coronar la torta, dice que el cerro no puede llamarse "Welen" porque en ese caso tendría que ser "Guelén" para "hacerle caso a la historia". Pero, ¿la historia de quién?, ¿Usted cree que los españoles hicieron una votación para preguntarle amablemente a los mapuches si querían cambiarle el nombre de su cerro Welen a Santa Lucía?. ¿O más bien lo hicieron y punto?. ¿Por qué el Mapudungun actual –que se escribe con W– tendría que hacerle caso a las normas ortográficas del Castellano del año 1500? ¡si ni siquiera el mismo castellano lo hace!. ¿O acaso usted escribe "Santa Lucía" como "Sãta Lucia"?. ¿Usted escribe "hacer", como en el 2014, o "fazer", como en el castellano medieval?. El Mapudungun desde hace más de un siglo que goza de normas ortográficas que se adaptan a sus propias necesidades, basadas en las reglas fonéticas del Mapudungun y no del Castellano, y mucho menos del Castellano antiguo (revise los trabajos de
Félix José de Augusta). Y esas reglas, propias del Mapudungun y adaptadas para el Mapudungun, dicen que se escribe
Welen.