Fachi aṅtü zewmanien tüfachi post. Rupan epu tripantu chillkatufin tüfachi nütram, "Arauco" piŋelu. John Caviglia piŋey ta wirife; Chili mapu mew ta tuwi, welu petu ñi pichikael Kiñewün Etaw mew mülepuy, fey mew tremi. Zew tremlu wirifeŋetuy, fey wirifiy tüfachi chillkantu. Inche chillkatufilu tüfachi nütram, mütewe ayüfin. Chumül aṅtü amulfin kiñe e-werken, feychi mew kimüñmalafwin ñi chumŋefel. E-werken mew küme weṅüykawiyu, katrümel amulchillkawkeiyu ta in nütramkawael ta in chumŋen ka ta in chumken. Kiñe rupa ayüwünkechi maŋelenew ñi wiriael kiñe post fey ñi blog mew, fewla inche ta maŋelfin fey ñi wiriael inche ñi blog mew. Tüfa fey ñi wiripael:
Hola a todos los que suelen venir a leer,
Hoy tengo preparado este post. Hace dos años leí esta novela, que se llama "Arauco". El escritor se llama John Caviglia; es de origen chileno, pero cuando aún era joven se fue a vivir a los Estados Unidos, ahí creció. Cuando ya era adulto se volvió escritor, entonces escribió este libro. Cuando yo leí esta historia me gustó muchísimo. Cierto día le mandé un e-mail, en ese entonces yo no sabía cómo era él. A través del e-mail nos hicimos buenos amigos, de vez en cuando nos mandamos mails para contarnos cómo estamos y lo que hacemos. Una vez me invitó amablemente a escribir un post en su blog, ahora soy yo quien lo invita a él a escribir en el mío. Esto es lo que escribió:
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Mari mari kom pu che,
Si uno imagina que un libro es como una red para pescar lectores, entonces Hugo es uno de los mejores “pescados” de mi novela (si lo hubiera conocido cuando la estaba escribiendo, el Mapudungun de Arauco hubiera sido muchísimo mejor). Hugo es un hombre que admiro, no solo como políglota, lingüista consumado, y estudiante de Mapudungun, sino también como defensor de esta bella lengua, y sobre todo del pueblo Mapuche. Es un honor que me haya invitado a escribir para su blog.
(nota de Hugo: me siento honrado por aquella introducción, quiero tomarla con humildad, ¡muchas gracias!)
Cómo llegué a escribir sobre los Mapuche
Yo también soy admirador, estudiante y amigo de los Mapuche, pero así no empecé. Hijo de padre chileno y madre norteamericana, pasé gran parte de mis primeros ocho años en Santiago e Iquique, Chile, antes de venirme con mi familia a los EEUU. No sé si sabía poco, o nada, de los Mapuche en aquel entonces, porque nada de eso he recordado.
La foto de los dos inocentes arriba (sacada en 1950) es de mi hermano, Mario, y yo, vestidos para un festival en Iquique. Representamos —se ha de suponer— a un Español y un Mapuche. No hay que ser ni historiador, ni antropólogo, para darse cuenta de que nuestros disfraces no tienen nada que ver con el choque de estas dos culturas que —muchos años después— yo intenté hacer vivir en mi novela. Más bien parecemos cosa del Hollywood de esa época...
Vine a los EEUU el año mismo en que se sacó la foto, y permanecí por muchos años no menos ignorante del conflicto entre invasor e indígena que creó, y sigue creando, el país llamado Chile. Gringo he sido desde hace muchos años, y gringo sigo siendo, pero siempre gringo chileno, ya que las primeras raíces son las más profundas. Por eso, en esta mi vida norteña siempre me ha molestado que acá mi país natal sigue siendo esencialmente ignorado —mucho menos conocido que México, por ejemplo, o Colombia (con su petróleo y sus drogas), o los países centroamericanos cuyos ciudadanos desesperados crean su “migra” a los EEUU. Igualmente, acá, donde muchísimos saben quiénes fueron Cortés y Pizarro —y algo de la “conquista” de México y Perú— muy pocos reconocen a Pedro de Valdivia, y un mínimo porcentaje de ellos saben que el ejército de este “conquistador” fue aniquilado por los Mapuche en la batalla de Tucapel. Tampoco saben que esta batalla principió una guerra de trescientos años, y que hasta el siglo diecinueve el Bío Bío era el término de Chile. Todo esto siempre me ha parecido increíble y lamentable, sobre todo si se contrasta la derrota de Valdivia con las fulminantes victorias de Cortés y Pizarro. Así es que, cuando vino el tiempo de novelar, decidí narrar la invasión española del Mapu de los Mapuche. En Inglés hay unos cuantos libros históricos que tratan de (o incluyen a) Valdivia e Inés de Suárez, pero ni una novela histórica: yo me propuse escribir la primera. Leí todo lo que había, y mientras más leía, más me fascinó el lado Mapuche del conflicto, así que no pude menos que narrar la historia desde los dos puntos de vista —el Español y el Mapuche— tratando de fielmente recrear el mundo y la perspectiva de ambos pueblos.
Recrear la invasión española necesitó mucha investigación, y mucho tiempo, pero al fin y al cabo no fue tan difícil. Por ejemplo, la novela empieza en Sevilla, desde donde salían todas las flotas españolas para las Indias, y hay mucho escrito sobre la Sevilla de aquel entonces. También hay muchas imágenes, como la de abajo.
Igualmente, hay muchísimo documentado que nos ayuda a comprender a los españoles del siglo dieciséis: la religión católica (base ideológica de esa sociedad), las costumbres y la vida diaria, la comida, la higiene (o su falta, desde nuestro punto de vista), la ropa, la vida en los barcos que llevaron a los “conquistadores” al nuevo mundo, etcétera, etcétera... E imágenes de todo esto también abundan.
Mas, existen recreaciones de los invasores. En Bradenton, Florida, donde Hernán de Soto empezó su catastrófica odisea, hay un parque nacional que reconstruye las viviendas erigidas por los españoles, ejemplos de la ropa que llevaban, los ustensilios que usaban, y entre muchas otras cosas, sus armas (lanzas, espadas, ballestas, un arcabuz que disparan para los turistas) y, por supuesto, el metal que los españoles llevaban puesto (en la foto de abajo, yo soy el “conquistador” a la derecha).
Y, también, hay bastante escrito sobre los principales personajes: Valdivia mismo, Inés de Suárez, y entre muchos otros, el secretario de Valdivia —Juan de Cardeña, importante en mi novela.
A pesar de toda esta información hay una gran cantidad de vacíos en lo documentado. Tantos, y de tantos tipos, que yo me voy a limitar a un ejemplo: la utilización de perros de guerra por los conquistadores. Hay un libro entero (a la vez grotesco, horrorífico y fascinante) que se dedica a esto —Dogs of the Conquest, por John Grier Varner— y abajo les ofrezco una ilustración representativa de cómo eran.
El uso de tales perros por Cristóbal Colón, por Balboa, y por muchos otros, ha sido atestigado e ilustrado —en el Caribe, en México, en Centroamérica— en la guerra, para “cazar” hombres, y en la tortura. Pero nunca (que yo sepa) contra los Mapuche. Sin embargo, en mi novela yo presupongo que fueron llevados a Chile, simplemente porque el uso de perros de guerra era tan ubicuo en el “Nuevo Mundo.”
Recrear los Mapuche del siglo diesiseís fue mucho mas difícil. Primero, porque no tenían escritura, así es que el gran encuentro entre estas dos culturas fue documentado por sus antagonistas —los Españoles— quienes los vieron a través de lentes teñidos de presupuestos y prejuicios. Sin embargo, mucho de lo que era ser Mapuche “antes de la peluca y la casaca” perdura fuera de los libros. Mapu, el campo de batalla —la tierra misma que da su nombre al pueblo— no ha dejado de existir. La selva virgen todavía puede ser apreciada en lugares como Nahuelbuta, con sus enormes peweṅ, sus koywe, sus rüŋi.
Sin mencionar las mawiza, los ŀafken y zegin.
También, mucha cultura Mapuche sobrevive, poco cambiada por los siglos —la ruka tradicional, por ejemplo, que todavía se construye (como abajo, en esta foto que saqué cerca del lago Budi).
Sin mencionar las mawiza, los ŀafken y zegin.
También, mucha cultura Mapuche sobrevive, poco cambiada por los siglos —la ruka tradicional, por ejemplo, que todavía se construye (como abajo, en esta foto que saqué cerca del lago Budi).
Y las ricas tradiciones de los Mapuche perduran —el ŋillatun y el machitun siendo ejemplos de esto. Para estas tradiciones en gran parte me serví de fuentes antropológicas. De las muchas, dos que sobresalen son Araucanian Child Life and Its Cultural Background, de M. Inez Hilger, y Shamans of the Foye Tree, de Ana Mariella Bacigalupo. También tuve la suerte de presenciar una celebración de We Tripantu —con la ruka, la machi y su kultruŋ, las trutruka, el foyge (árbol sagrado), y el baile, captada en la foto de abajo.
Y aquí la machi de más cerca.
La esencia de la cultura Mapuche todavía vive, pero claro que se han introducido elementos modernos —por ejemplo, fuera de lo obvio: relojes, anteojos, zapatos, traje moderno, tejidos modernos con tintas modernas (no derivadas de plantas y tierras), y etcétera— nos damos cuenta de que las trutruka terminan con cuernos de vaca (animal introducido por los españoles). Y hasta la machi, aunque su oficio y ritual es tradicional, está vestida a lo “moderno” si se compara con la foto de las tres machi abajo, sacada muchos años antes.
Volver a la cultura Mapuche del siglo dieciséis en muchos casos es (en gran parte) una sustracción de capas de modernidad superpuestas sobre antiguas tradiciónes. Por ejemplo, los palin che de abajo, jugando al lado de la Laguna Icalma, están hablando Mapudungun, pero llevan ropa moderna.
Otro ejemplo sería la comida Mapuche. Cocina Mapuche, por Amanda Ibacache, incluye muchos ingredientes introducidos por los españoles —el trigo, los limones, las manzanas, el arroz, las lentejas, y la carne de vaca, caballo y oveja, entre otros— pero hay recetas que sin duda se aproximan de muy cerca a lo que probablemente comían los Mapuche de hace tres siglos, basadas en poñü, wa, zigeñ, achawall, kuram y otros ingredientes afines.
Pero, al fin y al cabo, no hay elemento cultural de los Mapuche que se aproxime a la importancia de su propia lengua, el Mapudungun. Hace muchos años, cuando empecé a escribir Arauco, no sabía ni palabra. Adquirí todos los libros que pude, los leí, y el Mapudungun de mi novela terminó siendo basado en dos libros: Idioma Mapuche, por P. Ernesto de Moesbach, y Diccionario Araucano, de Fray Félix José de Augusta. Pero tengo que confesar que, habiendo tantas ortografías del Mapudungun, yo decidí crear mi propia versión simplificada, principiando por eliminar la ortografía española lo más posible, y haciéndola más accesible para lectores de habla inglesa (que tenemos que presumir no saben nada de los Mapuche, y menos de su lengua).
Arauco es la primera novela en inglés que narra la increíble historia de la invasión del Mapu de los Mapuche por los Españoles, y la primera en cualquier lengua que da igual peso al lado Mapuche del conflicto —a su cultura, y a sus personajes históricos, como Leftraru y Müchümaloŋko, como también a los Mapuche necesariamente inventados, porque los historiadores eran españoles, y nombran pocos. La novela termina con la increíble victoria de los Mapuche en la batalla de Tucapel. Pero es claro que esa derrota no fue un fin, sino el principio de una lucha que todavía continúa.
Gracias, Hugo, por darme la oportunidad de participar en tu blog —esta celebración del pueblo Mapuche y del Mapudungun.
Excelente entrada, veré si logro encontrar una copia del libro, me interesó en particular su Mapudungun simplificado que no esté hecho a partir del castellano. En caso de que el autor lea esta respuesta, ¿está familiarizado con "The Grand Araucanian Wars in the Kingdom of Chile" de Eduardo Agustín Cruz?
RépondreSupprimerHola Felipe,
SupprimerEsperando la respuesta de John: yo compré el libro a través de Amazon. Su ortografía de Mapudungun es idéntica a la que usa Augusta (en la cual se basa la ortografía moderna del Mapuche Unificado), sin embargo con algunas simplificaciones, por ejemplo "u" y "e" en lugar de "ü" y "ə".